sábado, 28 de junio de 2008


"Tenerla encima era como sostener a una nifa de porcelana, como abrazar una escultura completamente perfecta. Sus curvas eran eternas, y acariciar su piel equivalía a acariciar las formas de una Afrodita o una Atenea.
Recuerdo que, durante el tiempo que permaneció a mi lado, me sentí como si una musa se sentase sobre mi regazo, como un poeta modernista al que la Fortuna le brinda la mayor inspiración para su obra.
Tal era su encanto..."

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