domingo, 16 de septiembre de 2007


"Lo genial no es que captara justo el segundo en que los dos se besan, o como superpone los planos para crear esa sensación de profundidad, ese volumen que hace que parezca que casi puedes tocar el momento, que cási eres uno más entre los espectadores... Lo genial es como consiguió conjugar todo ese dinamismo y estaticidad a la vez en un mismo plano, el valor metafórico de todo eso. El entorno es dinámico, ajetreado, caótico... pero en el centro, en el instante del beso, parece que todo se hubiera parado para construir una realidad ajena a la realidad reinante, que todo respetase la santidad del momento sagrado en que los labios se juntan dentro de la marea de gente. Y es ahí donde está la magia que desvela porqué la fotografía de los amantes del Hotel de Ville ha pasado a la historia como un retrato inmemorial del amor y la jovialidad humanas. Todo puede cambiar alrededor, todo el mundo, la vida, las circunstancias... pueden girar a la velocidad de un rayo de luz atravesando el universo, pero el momento del amor es inmutable y eterno."