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La Madonna de Munch está absorta en un sueño profundo, en un profundo placer sexual y toda la realidad se deforma a su alrededor perdiendo por completo su importancia. Ya ni siquiera existe; ¡que importa que exista! ¡Puede difuminarse y disolverse entre hondas de vacío si le da la gana! El momento es tan intenso que trasciende todo lo cercano, haciéndolo desaparecer y desterrando del plano de la realidad cualquier otra existencia que no sea la del eterno placer de su poderoso orgasmo.